Dowek, Diana
(Buenos Aires, 1942)
Inició sus estudios hacia mediados de los años cincuenta en la Escuela Nacional de Bellas Artes «Manuel Belgrano», donde rápidamente se sumó al movimiento estudiantil. Entre sus profesores resultaron especialmente influyentes los artistas Osvaldo Svanascini y Eduardo Fasulo. Posteriormente, cursó en la Escuela Nacional de Bellas Artes «Prilidiano Pueyrredón», experiencia que consolidó su interés en el cine y la llevó a colaborar, inclusive, en el trabajo de jóvenes realizadores. Entre 1964 y 1965 realizó un viaje a Italia, en parte motivado por la expectativa (que no llegó a concretar) de ampliar allí su formación en el terreno de la cinematografía. Esta estancia le permitió tomar contacto con la escena artística europea y, al mismo tiempo, observar desde una nueva perspectiva el acontecer político internacional, tensado en esos años por diversos episodios en el marco de la llamada «Guerra Fría». De regreso en Argentina, fueron justamente esos conflictos (la guerra de Vietnam, el Mayo Francés, la Revolución Cultural Proletaria China) los que movilizaron su producción pictórica, encaminada hacia las nuevas modalidades figurativas. Dentro de esa misma línea, su horizonte temático se reorientó luego (desde series como Lo que vendrá o La insurrección, desarrolladas a principios de los setenta), hacia el escenario político local. La violencia que recrudecía en esos años y se agudizaba en el contexto represivo de la dictadura inicada en 1976, impulsaron en la artista la búsqueda de alternativas expresivas que le permitieran lidiar con las restricciones que la situación imponía. Elaboró así, por medio de complejas operaciones metafóricas, atmósferas inquietantes de resonancias ambiguas, tensadas siempre por elementos discordantes. Sus series Paisajes (1976), Retrovisores (1975), Atrapado con salida y Paisajes cotidianos (1976/1978), constituyen un buen ejemplo de esto, como también, algunos años más tarde, Pintar la pintura y Los anversos del cuadro (1981-1983), en las que el componente autorreflexivo de la pintura contribuye a acentuar un efecto de extrañamiento de lo real. La proximidad a ciertos artistas que adoptaron una dirección similar en el terreno de la figuración (Jorge Alvaro, Midred Burton, Norberto Gómez, Elsa Soibelman y Alberto Heredia) llevó al crítico Jorge Glusberg a incluirla en un núcleo activo desde 1979 a 1983 al que denominó «Posfiguración». A partir del retorno de la democracia en 1983, su pulsión artística se mantuvo atenta a los conflictos sociales que emergieron en ese nuevo contexto, en tanto conservó características formales de su producción previa: la realización de series, la composición deudora de cierta retórica cinematográfica (una utilización particular de los puntos de vista, los juegos de planos, las secuencias), el carácter inestable de la imagen derivado de esas opciones. Las heridas del proceso (1983-1985), Los amantes del paraíso posmoderno, La ciudad y los amantes (1987-1988), Los topos (1990-1992), El poder vulnerable (1994-1991), Pausa en la larga marcha (2001-2005), Un día en la vida de María Rosario (2006-2007), Astilleros Río Santiago (2008-2009), Contra las vallas (2010-2011), son algunos de los proyectos que se sucedieron desde entonces.
Su militancia y adhesión a diversas causas sociales, además de impregnar su propia producción desde un principio, la movieron a participar en otros aspectos de la actividad artística; fundamentalmente, acciones colectivas de carácter público. Así por ejemplo, en 1969, se sumó a la convocatoria organizada por la SAAP (Sociedad Argentina de Artistas Plásticos) bajo el título «Malvenido Rockefeller», consistente en la realización de afiches en repudio a la visita de Nelson Rockefeller a la Argentina durante el gobierno de facto de Onganía; y en 1972, como parte del grupo Manifiesto (que integró entre 1971 y 1974), llamó a los artistas a manifestarse en contra de la censura ejercida sobre el Salón Nacional, desde un evento paralelo autodenominado «Contra-salón». Hacia adelante, contribuyó a organizar exposiciones y eventos asociados a los derechos humanos, como también a crear y participar en entidades como el Movimiento por la Reconstrucción y Desarrollo de la Cultura Nacional (entre 1981 y 1985), la Asociación de Artistas Visuales de la República Argentina (AAVRA) y la agrupación Artistas Plásticos Solidarios (junto a Luis F. Noé, León Ferrari, Ricardo Longhini, Adolfo Nigro, Juan Carlos Romero y Ana Maldonado, constituida en 2010).
Obtuvo numerosos reconocimientos por su labor, entre los que se cuentan: Premio a la Artista del Año 1994, otorgado por la Asociación Argentina de Críticos de Arte (1995); Beca Pollock-Krasner Foundation (1995 y 2011); Primer Premio Pro Arte de Pintura, Córdoba (1997); Beca a la Creación, Fondo Nacional de las Artes (1999); Premio Leonardo a la Artista del Año, Museo Nacional de Bellas Artes (2002); Segundo Premio Pintura, Salón Nacional de Santa Fe (2002); Premio Accesit, Certamen Iberoamericano, Museo Nacional de Bellas Artes (2003); Segundo Premio Pintura, Salón Manuel Belgrano (2004); Primer Premio Certamen Iberoamericano de Pintura, Centro Cultural Borges (2005); Primer Premio Pintura (2005) y Gran Premio de Honor – Pintura (2015), Salón Nacional de Artes Visuales; Tercer Premio Pintura, Banco Nación (2008); Primer Premio Pintura, Salón Manuel Belgrano (2008/2009); Primer Premio Pintura, Salón Banco Central (2011); Premio Konex, Diploma al Mérito, década 2002-2011, quinquenio 2002-2006 (2012); Premio a la Trayectoria, Fondo Nacional de las Artes (2012).