Pinto, Octavio
(Totoral, Córdoba, 1890 – Montevideo, 1941)
Procedente de una tradicional familia cordobesa, cursó sus estudios secundarios en Santa Fe, en el Colegio de la Inmaculada Concepción. Comenzó a manifestarse ya en esos años su interés por el arte y la literatura. Hacia 1909 regresó a Córdoba donde, siguiendo los dictados paternos, inició la carrera de Derecho. Paralelamente, acudió al taller de Honorio Mossi, donde tuvo como compañero a Guillermo Butler. El espacio del cual disponía en la casa paterna se convirtió en su taller, frecuentado por amigos y compañeros de estudio, entre los que figuraba su primo Deodoro Roca, con quien compartía además, su afición por la pintura. Ya en 1911 exhibía en Córdoba sus primeros trabajos, en los que prevalecían motivos de patios y jardines coloniales; y ese mismo año sus dibujos acompañaban la publicación de Sin Horizontes de Pío Capdevila (experiencia que repetiría después con El Poema de Nenúfar de Arturo Capdevila, en 1915). Su envío al Salón Nacional de Bellas Artes de 1913 le valió una adquisición de la Comisión Nacional de Bellas Artes (El Cerro Calvo), además de un favorable comentario dentro de la reseña que Manuel Gálvez (a quien conocía por sucesivas estancias en Totoral) escribió para Nosotros. Durante 1914 tuvo una muy breve incursión en la Comisión Provincial de Bellas Artes de Córdoba, en calidad de secretario. En 1915 sumó nuevos reconocimientos a su obra pictórica: Premio Estímulo en el Salón Nacional (por Numen Tutelar de Ongai) y Medalla de Oro en la Exposición de San Francisco, California (por La fuente ciega). En 1916, año en que obtuvo su título de abogado, tuvo una participación especial dentro del Salón de Córdoba. En 1917 le fue otorgada una beca del gobierno provincial que le permitió viajar a Europa. Su estadía allí de varios años transcurrió fundamentalmente en España (consta además su paso por París y Marruecos) y pudo extenderse gracias a una nueva beca, concedida por el gobierno de ese país, con la intermediación del embajador argentino Marco Avellaneda. Se vinculó en esos años con figuras como Miguel de Unamuno, Amado Nervo y a Santiago Rusiñol. Conoció también a Pío Baroja, Juan de la Encina, Azorín, José Ortega y Gasset y a los pintores José Moreno Carbonero, Joaquín Mir y a los hermanos Zubiaurre. En 1921 regresó a Argentina y exhibió en Córdoba y en Buenos Aires lo producido en Europa. Fue convocado para sumarse al pabellón argentino en la Exposición de Venecia, en 1922. Poco después emprendió un viaje al norte argentino durante el que realizó numeros dibujos y pinturas de paisajes y tipos locales. Permaneció luego algún tiempo en Buenos Aires. En 1925 y 1926 recibió el premio «Eduardo Sívori» en el Salón Nacional de Bellas Artes. Hacia 1928 inició una carrera diplomática que lo llevó a residir en China, Japón, Brasil y Uruguay, en tanto continuaba su labor pictórica, con exposiciones eventuales en Córdoba, Buenos Aires y Rosario (Müller, Amigos del Arte, Witcomb, fueron algunos de los espacios que acogieron eventualmente su producción).
La práctica literaria lo tentó en sus años de juventud (en especial la poesía, que retomó luego ocasionalmente), como también la escritura crítica. Además de algunos textos para catálogos y artículos publicados mayormente en el diario cordobés La Voz del Interior, co–dirigió en ese medio junto a Juan Aymerich una sección especial de crítica literaria y artística titulada La Quincena literaria entre 1913 y 1914. Colaboró también con algunos envíos a la revista Nosotros durante sus años de becario y dictó algunas conferencias sobre temas de arte («El paisaje de los argentinos», en el Instituto Popular de Conferencias de Buenos Aires, en 1926, es posiblemente, una de las más recordadas).
Su muerte se produjo en 1941 en Montevideo, ciudad a la que lo había llevado su labor diplomática.
Obras
Composición
El Paular
Escuela del Valle de Tafí
Iglesita azul (políptico)
Numen tutelar de Ongai
Paisaje
Paisaje de Mallorca
Puente imperial de Pekín
Santillana del mar