Rusiñol, Santiago
(Barcelona, España, 1861 – Aranjuez, España, 1931)
Pintor y escritor, referente del modernismo catalán; inició su formación artística en la academia de Tomàs Moragas. Superadas ciertas imposiciones que lo obligaron a hacerse cargo durante algún tiempo de los negocios familiares, ligados a la industria textil, decidió dedicarse completamente al arte. Su inserción activa en la escena barcelonesa se produjo a partir de su participación en el Centro de Acuarelistas, del que fue miembro fundador. Entre sus primeras experiencias se cuenta también un viaje por Cataluña compartido con el pintor Ramón Casas que dio lugar a una extensa serie de cuadros costumbristas y de paisajes. Desde 1887 realizó envíos regulares al Salón de Bellas Artes de Madrid, donde obtuvo algunas distinciones (1890, 1895). En 1889 viajó junto al escultor Enric Clarasó a París, donde su amigo Casas, ya instalado allí, lo introdujo en la bohemia de Montmartre, de la que también formaban parte otros artistas españoles como Ignacio Zuloaga y el escritor Miguel Utrillo. Se interesó por el núcleo postimpresionista (Signac, Pissarro, Seurat) y por el movimiento simbolista, cuya incidencia se registró en sus pinturas de esos años (retratos, interiores, paisajes). Asistió algún tiempo a la academia de Henri Gervex. Sus estancia en París, con algunos interludios, se prolongó hasta 1892. Las exposiciones que realizó en Barcelona (Sala Parés, entre 1890 y 1893) junto a Casas de su producción parisina, con ciertos rechazos en un principio, abrieron el camino a la consolidación de su obra. A su regreso a España decidió instalarse en Sitges donde se sumó a la activa escuela luminista local que integraban pintores como Joan Roig i Soler, Arcadi Mas i Fondevila y Joaquim de Miró, entre otros. Adquirió una propiedad, conocida como «Cau Ferrat», que le sirvió como taller y depósito de su colección personal de arte (convertida a su muerte en museo público), e intervino en la organización de las «Fiestas modernistas» que se realizaron en esa ciudad entre 1892 y 1898. Su holgada situación económica le perimitió realizar frecuentes viajes, de los que surgió en 1896, luego de una visita a Andalucía, el tema que se convertiría en sello distintivo de su obra: los jardines. Su participación en tertulias, cafés y cenáculos, tales como el célebre Els Quatre Gats de Barcelona, donde se agitaban los impulsos modernistas de pintores y escritores, constituyó otras de las constantes en su vida.
Paralelamente a su producción pictórica, desarrolló una intensa labor como escritor que se inició con una serie crónicas para el diario La Vanguardia durante su etapa parisina. Además de otras colaboraciones en publicaciones periódicas, se sumaron luego poesías, novelas costumbristas y piezas dramáticas. Especialmente estas últimas le valieron un extenso reconocimiento público, al punto que, uno de los motivos de su viaje a Argentina en 1910, lo constituyó la presentación de algunas de sus obras teatrales, sumada a su participación en la Exposición del Centenario. Su periplo argentino (que se extendió por medio año), incluyó otras exposiciones en Buenos Aires, Rosario, Tucumán y Córdoba. La exhibición realizada en esta última, en el Salón Fasce, dio lugar a la adquisición de Paisaje de Mallorca, por parte del gobierno de Córdoba con destino a la incipiente colección provincial de bellas artes.