Entrevista: Carlos Matías Funes (2014)
Esta entrevista* forma parte de una serie, acoplada a la exposición «Museo Caraffa – 100 Años. Notas desplegables», que fuera inaugurada en marzo de 2014. Este programa de trabajo en curso se propone complejizar la visión del museo ofrecida en ese espacio expositivo, a través de las experiencias individuales y la capacidad reflexiva aportadas por los entrevistados.
Carlos Matías Funes
(Córdoba, 1933). Artista visual; fue desplazando sus intereses hacia el terreno de la restauración, que asumió profesionalmente. Entre 1967 y 1982 dirigió el Museo Caraffa.
– ¿Cuándo asume como director del museo?
– Fui designado en el año 1967, en el mes de septiembre. Fue un honor para mí. Me llamaron, informándome que esa dirección estaba vacante, y si era de mi agrado ocupar dichas funciones… claro, indudablemente acepté.
Pocos años antes de ser designado, realicé un viaje a Europa, visité muchas ciudades e innumerables museos de arte, observando especialmente su desenvolvimiento. Fue muy interesante para mí desplegar imaginación y organización. A mi regreso hice un informe al Fondo Nacional de las Artes, quién me había proporcionado el viaje. Ver aquello fue una maravilla y me decía: Si pudiéramos tener algo así en Córdoba..!, claro, la diferencia era la desigualdad, no sólo en las colecciones, sino en las condiciones económicas y de criterio (fundamental). O sea, la cultura de quién da y quién recibe. Eficiencia del Estado – madurez del público.
– ¿Qué estructura encuentra entonces funcionando? ¿Qué innovaciones considera importante introducir en ese momento?
– Siendo joven, me agradaba visitar el Museo. Era un conjunto de cuadros, divididos por altos tabiques, todo estático. Una característica de la época posiblemente. Con posterioridad, observé un accionar permanente, que le dio Infante, en sus dos períodos como director, quedando el Museo con una impronta de frescura.
Me pregunta innovaciones? Difícil, difícil; muy complicado el hacer entender y realizar cambios y reformas. El pensamiento ideal de un museo superaba la realidad económica y conceptual de ese entonces. Llevó tiempo comprender (y temo que continúe), la aproximación MUSEO-PÚBLICO. En ese entonces, mi objetivo era un museo dinámico, con participación del público, motivándolo a una mayor comprensión el arte. Se analizó lo que disponíamos y lo que deseábamos, tanto en infraestructura como en recursos humanos y económicos. El comienzo fue luchar por un presupuesto propio. El museo dependía económicamente en forma total de la Dirección de Cultura (estaba aislado), en un medio burocrático. Algunos niveles superiores nos apoyaban, no siempre en forma permanente. No obstante, se trabajó hacia adelante, con entusiasmo. Se logró que el personal pudiera tomar el desayuno, como el resto de la administración pública, poder enviar correspondencia directamente, la impresión de formularios para catalogación, invitaciones a actos culturales, etc. Todo esto facilitó mucho el desenvolvimiento del museo. Solucionados estos primeros aspectos internos, era necesario dotarlo de más vida, más movimiento. Las salas de exhibiciones se ordenaron logrando mejorar el espacio visual y físico. Fueron eliminados antiguos tabiques fijos; se instalaron nuevos sistemas de iluminación, para facilitar mejor observación, lectura y análisis del conjunto artístico.
–¿Cómo estaba compuesto su equipo de trabajo?
– Recuerdo generalidades; ha pasado ya mucho tiempo. En ese entonces el equipo de trabajo no superaba las diez o doce personas. Al margen del personal ya existente, ingresó personal con formación idónea, tanto en las disciplinas artísticas como técnicas, para atender los diferentes servicios que se requerían. La biblioteca, como el área de documentación y archivo, fue ocupada por egresados de la Escuela de Bibliotecarios y de Archiveros de la UNC. Igualmente, para el servicio educativo y comunicación, egresados de la Escuela de Artes de la UNC. Para el servicio externo de proyección al público, se incorporó un grupo encargado del área de exposiciones temporales, desarrollo de cursos, conferencias e interrelación con el público, también egresados de la mencionada institución. La sección de cine-arte (sólo sábados y domingos) se encomendó a un estudiante del último curso de cine de la UNC. El área de colecciones y conservación, venía ya atendida por un egresado de la Escuela de Bellas Artes de la Provincia y continuó así. El personal de ordenanza, pertenecía a la administración pública, distinguiéndose su alta responsabilidad, en cuanto a vigilancia, limpieza, montaje de exposiciones, comisiones y muchas tareas que con valiosa voluntad desarrollaban. Tengo un profundo reconocimiento por el humilde y preciado aporte que realizaron.
No había organigrama de categorías, sólo la distribución expresada de colaboradores que formaron una unidad de trabajo. Algunos de ellos quedaron como supervisores técnicos. Pese a los reducidos fondos, a las estrechas salas de trabajo y al poco personal, logramos que el museo se introdujera dinámicamente en la vida cultural de Córdoba.
– Desde la perspectiva del funcionamiento interno del museo ¿qué objetivos se propuso alcanzar en el período de su gestión?
– Bueno, como le manifesté anteriormente, llegar al museo y ver que no teníamos disponibilidades de fondos propios, hizo dificultoso todo emprendimiento. El objetivo primitivo se modificó pues, por la situación. Primero estaban las necesidades. El ordenamiento interno era indispensable y básico para dar cumplimiento a las tareas museográficas y museológicas. Poco a poco fuimos consiguiendo fondos para lo elemental y luego para lo evolutivo; por eso los proyectos se fueron cumpliendo en la medida de nuestras posibilidades económicas. Se procuró que entre el personal existiera un principio básico de coordinación, que con los años se fue perfeccionando, para un mejor desarrollo y logro de nuestras acciones. El ingreso de armarios, ficheros, archivos, ayudó a definir el propósito de ese ordenamiento interno en la importante tarea de contar con una clara documentación del patrimonio, mediante la catalogación de las obras de arte, su clasificación, fichajes y descripción con mayor precisión que un común inventario de oficina pública. Es así que todas las piezas del museo fueron verificadas y registradas técnicamente. Este cometido demandó varios meses. Similar necesidad se observó para equipar un servicio de documentación y archivo, que cubriera las necesidades de investigaciones y consultas del público, como también para nuestras tareas internas: estudios, búsquedas e información especializada que el movimiento del museo requeriría. Este servicio estuvo acompañado y complementado por el área de biblioteca, que si bien existía ya, se la dotó de un espacio propio, muy accesible y cómodo para el público, con mesas de estudio, revistas y nuevo material bibliográfico de arte.
En cuanto a los modos de producción de las exposiciones, dependían de que las muestras fueran retrospectivas de artistas argentinos o específicas internacionales; circulantes o bien prearmadas. En general, para cada una, se formó una especie de guía, con el desarrollo de las etapas, desde la gestación hasta el final y pos clausura. En el caso de retrospectivas de artistas argentinos, la tarea era dificultosa (localización de la obra, préstamo, seguros, transporte, etc.). Estas muestras nos brindaron grandes satisfacciones, algunas de ellas fueron homenajes a artistas ya fallecidos.
En cuanto a la conservación y ampliación, el museo necesitaba expandirse. Si bien, unos años atrás se habían ampliado las salas de exhibición, quedaba pendiente el área de los servicios internos: oficinas, depósitos de conservación de obras, etc. Era mínimo e inadecuado el espacio disponible y de suma necesidad a la vez, la preservación de las piezas. Incluso resultaba dificultoso mantener la colección permanente y simultáneamente presentar exposiciones temporales. Una ampliación en ese entonces era un sueño, pero había que encararlo. Se insistió con notas, entrevistas, comisiones, etc. Hay que recordar que en el lugar posible para extender el museo, funcionaba el gimnasio provincial… un organismo muy sólido. El tiempo determinó la necesidad cultural de una expansión. Por nuestra parte quedó la primera etapa, el proyecto; posteriormente se concretó.
– Desde la perspectiva del trabajo hacia afuera del museo ¿qué idea de lo que un museo debía ofrecer a la comunidad estaba a la base de su proyecto?
– La proyección externa era importante para un museo dinámico; éste tenía que incluir las distintas manifestaciones y no limitarse solamente a exhibir la obra de los artistas. El promover otras acciones para el conocimiento del arte, motivó la idea de ofrecer los cursos anuales (de historia del arte, arte argentino, medioevo, etc.) de muy alto nivel, como así también las conferencias, cine-arte y las actividades complementarias que acompañaran algunas exposiciones. Este objetivo se fue cumpliendo; los cursos resultaron verdaderos éxitos por el temario y especialmente por la jerarquía del panel de disertantes, y el número de concurrentes.
En cuanto a las exposiciones temporales, merecen una consideración especial, por ser uno de los ejes del desarrollo externo y vida del museo (esto por el valor documental e instructivo del conocimiento de un artista, estilo, etc., corno por el continuo flujo de público). Las retrospectivas de artistas, en su mayoría fueron programadas y organizadas por el museo para homenajear la labor de notables y consagrados artistas -muchos cordobeses- y conocer el desarrollo de su base estética, con su riqueza, y la posibilidad de conocer obras inéditas.
Otro aspecto muy interesante fue ofrecer información nacional e internacional de becas, concursos, exposiciones y demás noticias. Se concretó y todo material útil que llegaba al museo, se exhibía en el hall del ingreso. Podían observarse catálogos de exposiciones del extranjero, afiches, etc. Se agregó otro panel que anunciaba las próximas actividades del museo.
En cuanto a las acciones paralelas, era un objetivo necesario para la ampliación del campo de actividades, ya que ayuda a un mejor entendimiento y comprensión de las exposiciones y sirven de un verdadero complemento (conferencias ilustradas, material fotográfico, gráfico, música, etc.). Procuramos en su ejecución que muchas exposiciones, sobre todo de movimientos históricos, estuvieran complementadas por otras expresiones artístico-culturales.
– ¿Qué tipo de balance podría hacer entre los objetivos planteados y los logros obtenidos?
– Como lo manifesté anteriormente, los logros estaban supeditados a los recursos económicos y factores de apoyo, no sólo del Estado, sino inclusive de la ayuda de entidades privadas y particulares, y por supuesto del personal del museo. Muy importante fue el apoyo de muchos superiores que tuvieron fe en nuestro accionar y la gratitud del público consecuente con nuestras iniciativas. Creo que el museo en esa época se consolidó con importantes exposiciones temporales de nivel internacional como «Cristales antiguos de 400 años A.C. hasta el siglo XVIII», «Grandes naif yugoeslavos – 120 originales pintados sobre vidrio», «Tapicería francesa del siglo XX», «300 Piezas únicas de oro precolombino», «M.C. Escher»; «Duffy – obras del museo de Arte Moderno de París»; «Goya – Exhibición completa de sus grabados», entre otras.
Fueron muchos años de activo movimiento cultural en actividades externas como internas.
Quedaron los proyectos no realizados: una cafetería en el interior del museo (al margen de un restaurante); salas cómodas de conferencias y proyecciones; buena climatización para la exhibición y conservación de las obras de arte; una gran biblioteca, con abundante material de consulta y comodidad para los lectores; completo archivo fotográfico y documental; salas permanentes de esculturas; y por supuesto una ampliación del edificio, con todo lo que museográficamente supone.
– ¿Qué lugar ocupa el museo Caraffa en su biografía (personal/profesional)?
– Como toda tarea, la tomé con mucha responsabilidad y en este caso con un plus de cariño y afecto. Indudablemente, la dirección del museo, ocupó un lugar de privilegio en mi historia personal. En ese entonces, la obra la encaucé, no en una creación estética, sino canalizando lo observado, como también una imaginación constructiva, de algo que podía llamarse para un museo vivo, para una ciudad que necesitaba un museo vivo. El resultado fue lo que pudo hacerse en esa época, con los medios, elementos y tecnología que disponíamos, recordando que en algunos casos teníamos que lidiar con funcionarios o políticos miopes. Agradezco a Dios, haber tenido esa oportunidad.
– Muchas gracias por su tiempo.
– Muchas gracias a Ud. por su paciencia.
*Entrevista realizada por Julia Oliva, Museo Caraffa, setiembre 2014.
ARTÍCULOS RELACIONADOS
- Carlos Matías Funes (Director del Museo, 1967-1982)
- Museo Caraffa 100 Años – Notas desplegables (exposición)
- Entrevista: José Pizarro (2014)
- Entrevista: Eduardo Moisset (2014)
- Entrevista: Graciela Palella (2014)
- Entrevista: Marcos Acosta (2014)